Actualizado: 9 de Mayo del 2020

Hará casi un decenio recuerdo como mientras buscaba información sobre la indumentaria del soldado español en el siglo XVI por curiosidad descubrí un nuevo mundo para mí: la conquista de México. Por aquel entonces solo sabía al respecto lo que se nos enseñaba en el colegio: prácticamente nada. Conocía los nombres de Cortés y Pizarro claro está, y algunos sucesos como la noche triste; y por supuesto, la mítica codicia de los europeos. Pero para usted de contar. De hecho, sabía más por una serie de dibujos animados de la que aún tengo vívidos recuerdos, Era se una vez el hombre, que por aquello que mis profesores de Historia me transmitieron. 

Cuando empecé a buscar información en internet sobre los aventureros españoles que arribaron al Yucatán reconocí, avergonzado, mi soberana ignorancia sobre esta parte de la historia de España. Para solucionarlo, del tirón me compré tres libros que devoré literalmente en cuestión de horas, incluyendo el maravilloso retrato de la conquista de la mano de Hugh Thomas (1991) y los magníficos trabajos de investigación del mexicano Cervera Obregón sobre el ejército méxica (2007 y 2011). Desde entonces, no he parado de alimentar mi curiosidad sobre la Conquista. Sin duda alguna, es el episodio de la historia de España -y del Mundo- que más me apasiona.

Hasta este momento mis aficiones en historia militar y modelismo estaban relativamente separadas. Es cierto que uno alimentaba el otro: si leía un libro sobre la segunda batalla de Kharkov, me animaba a pintar unos tanques alemanes. O si estaba enfrascado en un proyecto de pintura de un ejército persa, devoraba un libro sobre Alejandro Magno. Pero no fue hasta este momento hasta que me planteé un proyecto conjunto: si quería pintar un ejército méxica, primero debía desarrollar cierta labor de investigación dada mi ignorancia en este tema. No se trataba de un hobby alimentando al otro, si no que ahora ambos hobbies deberían ir de la mano. 

Como resultado final, conseguí pintar un ejército méxica y otro de conquistadores y sus aliados tlaxcaltecas para DBA. Esto me llenó de satisfacción puesto que hasta entonces nunca había completado ningún proyecto pinturil (seguro que os suena familiar). Así mismo, en un afán divulgador este proyecto también cristalizó en varios artículos que he ido publicando en este blog sobre el ejército méxica y los conquistadores (dejo los enlaces más abajo), así como en la revista de wargames, Wargames:Soldiers&strategy. Además, gracias al mexicano Tony Arellano recientemente he colaborado en una exposición sobre la Conquista en el estado mexicano de Tlaxcala. Realmente tan solo envié varias fotografías escénicas como las que ilustran este artículo, pero quería aprovechar y agradecer a Tony su confianza.

Y ahora me gustaría compartir con vosotros un nuevo artículo donde relato la Conquista de principio a fin. Dado la la extensión del artículo, he decidido dividirlo en dos partes. En esta primera parte describo brevemente el Imperio mexica y los preámbulos de la conquista, mientras que en el segundo artículo lo dedico al relato de la Conquista. Podéis leer la segunda parte aquí

Como nota final, comentar que todas las miniaturas que podéis ver ilustrando el artículo son de 15mm. Los mexicas y tlaxcaltecas son de Black Hat Miniatures, mientras que las miniaturas de conquistadores son de Venexia miniatures. Éstas últimas las pinté inicialmente como un ejército de las Guerras de Italia, de ahí que pintara un aspa de borgoña. Esto es anacrónico con respecto a la conquista.

En estos enlaces podéis encontrar todos los artículos publicados al respecto de la Conquista en mi blog. Dado que sigo leyendo artículos y libros al respecto, iré actualizando estos artículos progresivamente. 

Os advierto que yo no soy más que un aficionado en esto de indagar en la historia. Os recomiendo ir a las fuentes originales que acompañan el artículo para tener información de primera mano. 

El Imperio mexica pre-hispánico

Entre los siglos XIII y XIV la cultura tolteca, dominante del valle de México, desaparece. El vacío de poder atrae a varios pueblos del norte, los aztecas o gente procedente de Aztlán. Éstos pueblos incluyen no solo a los que luego serían llamados mexicas, pero a muchas otras tribus chichimecas de habla nahuatl y que en el siglo XIII inician un proceso de migración hacia el valle de Mexico. Estas tribus se asentaron en diferentes regiones que posteriormente serían denominadas siguiendo el nombre de la ciudad más importante. Por ejemplo, cholultecas reciben el nombre de la ciudad de Cholula. En 1325 los mexicas eran un pueblo inmigrante, sin patria ni rey, que finalmente se asienta en el lago de Texcoco al ver la señal divina de un águila devorando una serpiente sobre un nopal. Allí, se someten a la ciudad de Azcapotzalco a la que sirven en vasallaje durante una centuria, ayudándola en sus guerras y pagándola tributos. Durante este tiempo los mexicas aprenden como funcionan los engranajes políticos en el Valle de México.

Eventualmente el señor de Azcapotzalco, el gran Tezozómoc, muere y sus hijos se enzarzan en una guerra civil que salpicaría toda la cuenca de México. Se crean dos bandos, aquellos que apoyan al primogénito Maxtla, y aquellos que apoyan al sucesor designado por Tezozómoc, Tayauh. Los tenochtecas apoyarían a éste último. Sin embargo, el asesinato de Tayauh por su hermano Maxtla incita a los tenochtecas a formar la Triple Alianza entre varias ciudades del lago: Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan (Tacuba) para apoyarse militarmente y poder hacer frente a Maxtla. Contra todo pronóstico, la Triple Alianza se alza con la victoria en 1428. Como resultado, Tenochtitlán surge como ciudad independiente y poco a poco empieza a acaparar todo el poder de la Triple Alianza, hasta convertirse en el nuevo señor del Valle de México (Bueno Bravo, 2015). Según el libro de Ian Heath (1999) sobre los ejércitos amerindios del siglo XVI, la Triple Alianza se formaría más tarde, en 1431. Serían primero las fuerzas de Tenochtitlan y Texcoco las que derrotarían a Maxtla en 1428; y tres años más tarde, Tacuba se uniría para formar la Triple Alianza.

La Triple Alianza iniciaría un proceso de expansión desde 1440 hasta la llegada de los españoles. Las ciudades rivales que eran sometidas o conquistadas podían mantener a sus líderes, deidades y cierta autonomía siempre y cuando pagaran los correspondientes tributos a la Triple Alianza. Los que se negaban eran duramente castigados. Cabe destacar que el imperio mexica no era un imperio territorial formado por territorios contiguos, si no que engloba a pueblos dependientes y tributarios, y entre éstos, pueblos totalmente independientes. Es decir, era un imperio hegemónico con territorios enemigos dentro de sus fronteras (Bueno Bravo, 2015). Esta situación le granjeará al joven imperio mexicano más de un quebradero de cabeza, y más tarde, sería una de las llaves que le abrirían las puertas del Imperio a Cortés. 

La sociedad mexica estaba profundamente estratificada (Heath, I; 1999). A la cabeza se encontraba el tlatoani («portavoz»), también llamado tlatoque, hueytlatoani («reverendo portavoz») o tlacatecuhtli («Jefe de hombres»). Esta figura ejercía el poder civil, militar y religioso. Técnicamente el cargo no era hereditario, si no electivo y podría ser depuesto. Sin embargo, en la práctica la realeza era hereditaria puesto que el nuevo tlatoani era elegido entre la familia real por un consejo de sabios, pero podría ser un hermano o sobrino del fallecido tlatoani en lugar de un hijo. Por debajo del tlatoani se encontraban la alta nobleza ocupando los altos cargos religiosos, civiles y militares. El tlatoani estaba asistido por un consejero, el cihuacoatl («Serpiente-mujer»), además de otros cuatro altos señores: tlacatecatl («cortador de hombres»), tlacochcalcatl («Maestro de la casa de las jabalinas»), ezhuahuacatl («Derramador de sangre») y tlilancalqui («Maestro de la casa de la oscuridad») o quauhnochtli («Maestro del águila e higo chumbo»). Todos estos cargos eran adjudicados a miembros de la realeza. Por debajo estarían los gobernadores de las diferentes ciudades sometidas, también llamados tatloani o teuctlatoqueh («jueces»). Algunas ciudades tenían más de uno. Y junto a estos estaba el resto de la alta nobleza o «jefes» (teteuctin) que estaban a la cabeza de las casas de los nobles.

Por debajo encontramos a la baja nobleza o «nobles por nacimiento», los llamados pipiltin, y que constituían un importante segmento de la población (quizás hasta el 20% en Tenochtitlán) y formaban el núcleo de los ejércitos mexica.  Otro tipo de nobleza venía representada por la clase alta de la gente común, los «nobles aguila» (quauhpipiltin), quienes habían adquirido el rango de noble en base a sus méritos militares. En este grupo también entraban los líderes de cada barrio o calpulli («gran casa»), el capolehqueh. Por debajo de los nobles, estaban los tlamailt o mercaderes. A su vez, por debajo de éstos estaban los plebeyos o pueblo llano, las macehualtin. Aunque el rango de plebeyo era de cuna, éstos podrían ascender en la pirámide social de tres formas: por la vía militar, religiosa o si acumulaban riquezas (comercio). Finalmente, lo más bajo de la pirámide social estaba ocupada por los esclavos o tlatlacotin, quienes eran pasto de sacrificios.

La base social se organizaba en torno al calpulli, lo que vendría representar un barrio o gremio. Por ejemplo, los calpulli podrían poseer tierras para su autoabastecimiento y/o como tributación. O no tener ninguna y dedicarse a alguna artesanía. La economía del imperio se basada principalmente en la agricultura y comercio de materias primas, lo que llevo a desarrollar una extensa red comercial y de tributaciones en torno a la Triple Alianza, alcanzando lugares tan distantes como el territorio maya al sur o los tarascas al norte. El comercio llegó a ser tan importante y lucrativo que Moctezuma II tuvo que limitar los ascensos sociales de este estrato. Esta red de comercio conectaba todo el imperio, y era además un sistema de espionaje que servía para transmitir noticias de forma rápida y eficaz. Por lo tanto, la llegada de cualquier europeo al territorio mexica o tierras aledañas, como el Yucatán maya, habría alcanzado Tenochtitlan en cuestión de días. Tecnológicamente, la rueda era desconocida y la industria metalúrgica era tremendamente primitiva, con lo que las herramientas eran y armas eran básicamente de piedra.

A la llegada de Cortés, el trono de Tenochtitlan estaba ocupado por Moctezuma Xocoyotzin o Moctezuma II, quien fue elegido en 1502 para suceder a su tío Ahuitzotl tras superar a sus competidores (entre los que se encontraban algunos hijos de Ahuitzotl). Durante su reinado Moctezuma II llevó una serie de reformas que le indispusieron con buena parte del poder imperial, y una subida de impuestos para poder llevarlas a cabo que creo el descontento entre los súbditos. Por ejemplo, como hemos dicho, limitó el poder de los comerciantes quienes estaban acumulando demasiado debido a su riqueza. Así mismo, en lugar de continuar extendiendo las fronteras del dilatado Imperio, el nuevo tlatoani optó por asegurar el control de los territorios dominados, si bien no le faltaron sus guerras. Moctezuma II se hizo con el poder en un ambiente altamente competitivo y llevó a cabo una serie de reformas a pesar de la oposición de los sectores más poderosos de la sociedad mexica, lo cual demuestra que este tlatoani no era precisamente débil como se ha sugerido (que sus medidas fueran acertadas o no es otra cosa). Pero precisamente el descontento generado entre sus súbditos creó un caldo de cultivo muy inestable que benefició sumamente a Cortés. 

La naturaleza hegemónica del imperio mexica con territorios enemigos dentro de sus fronteras, como los tlaxcaltecas, y el descontento generalizado por las reformas iniciadas por Moctezuma II fueron dos de las claves del éxito de la Conquista (Bueno Bravo, 2015). Algunos pueblos se aliarían desde el principio con los europeos, mientras que otros desertarían eventualmente del yugo tenochteca para sumarse a la hueste de Cortés. El papel de los aliados indios en la Conquista fue crucial. Sin su ayuda, la diminuta hueste de Cortés probablemente jamás habría sido capaz de conquistar el Imperio mexica. Si queréis leer más sobre los aliados de Cortés, os recomiendo este otro artículo

Expediciones previas a Cortés

A pesar de la idea general, Cortés y su hueste no fueron los primeros europeos de los que tuvieron noticia los mexicas.  No hay más que leer el relato de la Conquista de Bernal Díaz del Castillo para darse cuenta de ello. En esta crónica se menciona que Moctezuma había tenido noticia de otros dos capitanes europeos un par de años antes de la llegada de Cortés, seguramente Francisco Hernández de Córdoba y después Grijalva (Díaz del Castillo, 2011, p114), como luego veremos. 

En un marco hipotético planteado por Sánchez Albarrán (2016) tenemos las expediciones de Américo Vespucio y de Pinzón. Las descripciones de Vespucio (1497-1498) en el trópico de cáncer (territorio mexica) hablan por ejemplo de tierras muy pobladas, lo cual coincide con otras descripciones posteriores del imperio mexica. Según la crónica, Vespucio tuvo un encuentro amistoso con los nativos e incluso llegó a disparar algún cañón para impresionarlos.  Esto choca con los encuentros violentos que se tuvieron con los nativos más al sur, probablemente mayas. Por otro lado, en 1508 se decide formar una expedición bajo el mando de Vicente Yáñez Pinzón, cuyo objetivo era encontrar un paso para cruzar el continente americano. Esta expedición también llegaría a explorar tierras mexicas en torno al trópico de cáncer, para finalmente llegar al Yucatán. Por lo tanto, es posible que estas dos expediciones tuvieran contacto con mexicas uno o dos decenios antes de que llegase Cortés.

Más veracidad tiene los náufragos de Valdivia que arribaron a las costas del Yucatán en 1511, territorio de los mayas. Quince hombres y dos mujeres que fueron repartidos entre los indios. Tras ocho años hasta la llegada de Cortés, unos fueron sacrificados y otros explotados hasta su muerte, y solo sobrevivieron dos de ellos, Guerrero y Jerónimo de Aguilar. El primero se mezclaría con los nativos y se llegaría a convertir en un cacique renegando de su pasado europeo. Solo Aguilar se uniría a Cortés. Como anécdota, Cortés supo de éstos náufragos debido a que escucho de los nativos el término “castellán” (Díaz del Castillo, 2011, p18). Aunque estas tierras mayas no pertenecían al Imperio mexica, ambos pueblos mantenían una actividad comercial muy activa, y tras ocho años desde la llegada de los náufragos a las costas mayas es difícil de creer que la noticia de unos hombres barbudos y con ropas extrañas no hubiera llegado hasta oídos de los dignatarios mexicas.                  

Un par de años antes de la expedición de Cortés, nos encontramos las expediciones de Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva. En 1517 Francisco Hernández de Córdoba recibe una licencia de “rescate” del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, para explorar las tierras aledañas a la isla Cuba con 3 naves y 110 hombres. Una licencia de rescate tenía como objetivo realizar trueques con los nativos, obtener oro e incluso capturar esclavos, y por supuesto, explorar nuevos territorios. No obstante, en lugar de llegar a territorio mexica Córdoba arriba en las costas del Yucatán, a tierras de los belicosos mayas. Los expedicionarios intentan recoger agua potable en Champotón, pero los mayas se les echan encima y los vapuleados cristianos acaban abandonando el continente. Hernández de Córdoba morirá al poco tiempo de sus heridas (hasta 33) en su residencia de Cuba.

A la vuelta de Hernández de Córdoba a Cuba, Velázquez organiza una nueva expedición bajo del mando de Juan de Grijalva. En 1518 parte esta expedición de nuevo con una licencia de rescate, la cual no incluye la posibilidad de poblar las nuevas tierras. Con cuatro naves y 200 hombres Grijalva llega a territorio maya y después mexica, quienes, a diferencia de los mayas, les reciben de forma amistosa (¡al igual que a Vespucio!). El capellán de la expedición de Grijalva, Juan Díaz, nos ha dejado un interesante informe de la expedición (García Icazbalceta, 2010; disponible online aquí).

Los hombres de Grijalva dieron al parecer con una zona muy rica y se lamentaron de no poder poblarla. Aunque muchos de los encuentros fueron pacíficos, también hubo encontronazos donde los europeos hicieron uso de sus armas de fuego (años antes que Cortés hiciera uso de las suyas). Encontraron varias ciudades situadas en la costa, con calles y edificios de piedra encalados, abarrotadas de gente y donde destacaban unas altas torres (templos). Una de estas ciudades era tan grande que se la compara con Sevilla.  En cada encuentro con los nativos los cristianos piden oro a cambio de buenos rescates (trueques), y se hacen con una pequeña fortuna; si bien en repetidas ocasiones los indios les piden que abandonen sus tierras. Quien sabe si algunos de estos indios no serían si no enviados de Tenochtitlán. Los españoles también se enteran de la existencia de mucho oro en las sierras próximas a la costa, donde las pepitas del preciado metal son fácilmente recogidas a mano en el lecho del río. Finalmente, eventualmente dan con otra flota española que los estaba buscando por orden de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, quien temía que se hubiesen dedicado a poblar las nuevas tierras (recordemos que la expedición era de rescate). Y lo que es más curioso (García Icazbalceta, 2010):

Y es de saberse que todos los Indios de la dicha isla están circuncidados; por donde se sospecha que cerca se encuentren Moros y Judíos, pues afirmaban los dichos Indios que allí cerca había gentes que usaban naves, vestidos y armas como los Españoles; que una canoa iba en diez días adonde están, y que puede ser viaje de unas trescientas millas.

No sabemos a que se referían con eso: ¿quizás expediciones españolas previas? ¿Quién si no podría ser? En todo caso, dado que la licencia de rescate no permitía legalmente poblar el territorio descubierto, Grijalva decide terminar la expedición y envía por delante a Alvarado de vuelta a Cuba con oro y algunos heridos. Como resultado de la expedición Grijalva obtiene acuerdos comerciales con algunos indios de Acatlán y con los coatzacoalcos; y entablan amistad con los Totonacas, tributarios de Tenochtitlan y quienes esperan que en el futuro los castellanos les ayuden en su lucha contra la opresión mexica. Cortés se aprovechará de esto más tarde. 

Ante las noticias recibidas, Diego Velázquez decide organizar una nueva expedición y de paso rescatar a Grijalva que está en paradero desconocido. Esta misión sería encabezada por Hernán Cortés, quien extendió la idea de que el objetivo era el de poblar para ganarse el favor de los exploradores, si bien el objetivo real seguía siendo el de rescate (que aseguraba mejores dividendos) (Diaz del Castillo, 2011. p9). No obstante, Grijalva finalmente aparece en Cuba. Para evitar verse relegado, Cortés no pierde el tiempo y parte de Cuba. Suma a su expedición los veteranos exploradores de Grijalva, 200 hombres con su equipo y experiencia, doblando el tamaño de su hueste.

Como hemos visto, mexicas y europeos ya sabían de unos y otros antes de la llegada de Cortés. De ser así, la visión que nos ha llegado de un choque entre dos culturas del todo desconocidas es incorrecto, y el impacto que pudieron tener los europeos entre los nativos se ha podido sobrevalorar. Apoyando esta hipótesis, podemos recurrir al tema del oro y la codicia de los españoles. Desde que Colón llegará al Nuevo Mundo, pronto los europeos empezaron a exigir oro a los nativos. De ahí que los embajadores mexicas y el mismo Moctezuma intentaran agasajar a los exploradores europeos con oro, en un intento de saciar su codicia y que así abandonaran sus tierras. Esto sugiere que los Mexicas ya sabían de la sed de oro europea.

En el trabajo de Sánchez Albarrán (2016) encontramos un interesante análisis sobre el valor que los mexicas daban al oro. En náhuatl, la palabra para oro era teocuítlatl, que significa excremento de los dioses. Por lo tanto, el oro tenía un valor religioso y se usaba para agasajar a dioses como Huitzilopochtli, dios solar y de la guerra. Pero no a todos. Por ejemplo, el oro no se usaba como ofrenda para Quetzalcóatl, precisamente el dios con el que se confunde a Cortés según las crónicas (!¡). El oro también era utilizado entre los guerreros, en relación con el dios de la guerra Huitzilopochtli, en forma de elementos de protección, así como chapas doradas decorando sus cascos figurativos y escudos. El oro también era un distintivo social, y se empleaba extensamente en forma de joyas. A pesar del valor que se le daba, los mexicas carecían de oro y este era obtenido como tributo entregado por los pueblos subyugados o mediante el comercio con tierras lejanas, como las mayas. Es decir, el oro era un símbolo de tributo. En base a esto, otra posibilidad es que los mexicas vieran a Cortés como otro miembro de la élite, y le entregaron oro como tributo en un intento de apaciguarlo. Esto dejaría de lado la idea de que Cortés fuese considerado como la reencarnación de Quetzalcoatl, puesto que como hemos dicho, a Quetzalcoatl no se le agasajaba con oro. 

¿Fue Cortés visto como un Dios por los nativos?

Las crónicas nos dicen que los mexicas creyeron en un primer momento que los europeos eran dioses o teules. Según éstas, la llegada de Cortés coincidía con la leyenda mexica según la cual el dios Quetzalcóatl finalmente volvería desde occidente, lugar precisamente por el que aparecieron los europeos. Sin embargo, como ya hemos visto, la existencia de los europeos no era nueva entre los nativos del nuevo mundo. Siguiendo esta idea, Sánchez Albarrán (2016) propone que este mito fue inicialmente inventado por Cortés y después amplificado por los cronistas. Es decir, está visión se creó tras la Conquista y probablemente buscaba legitimar la acción de Cortés, quien recordemos NO tenía permiso legal para conquistar México. Por lo tanto, de ser esto cierto, habría que replantearse el gran impacto psicológico que se le ha atribuido a la creencia de que los europeos fueron considerados dioses. Es más, como hemos dicho, a Quetzalcóatl no se le agasajaba con oro. Por lo tanto, los tributos de oro entregados a Cortés por los mexicas contradecirían la idea de que Cortés era la reencarnación de Quetzalcóatl.

Por el contrario, además de la diferencia tecnológica, lo que sí podría haber afectado significativamente el ánimo mexica frente a los castellanos fue la gran derrota que el padre de Moctezuma, Axayácatl, sufrió contra el imperio Tarasco en el norte (Sánchez Albarrán, 2016). Desde la creación del Imperio de la Triple Alianza, el joven imperio solo había conocido su expansión, subyugando a un pueblo tras otro y sin encontrar a ningún enemigo capaz de detenerles (si bien recordemos que ahí tenían por ejemplo a sus archienemigos, los Tlaxcaltecas, dentro de las fronteras de su imperio). Sin embargo, esto cambiaría cuando entre los años 1476 y 1477 Axayácatl declara la guerra a sus vecinos del norte, los tarascos. Los tarascos eran el pueblo pre-hispano con la industria metalúrgica de cobre más avanzada y contaban un ejército bien organizado e instruido. Como otros pueblos mesoamericanos, su forma de guerrear buscaba la captura de prisioneros para su posterior sacrificio. La industria metalúrgica tarasca podría haberles dado una ventaja tecnológica frente a los mexicas: armas de cobre o bronce contra armas de obsidiana y piedra. El hasta entonces invicto ejército mexica sufrió una calamitosa derrota en la batalla de Tlaximaloyan. Esta “humillación”, como apunta Sánchez Albarrán, habría hecho mella en la moral colectiva de los mexicas, de tal manera que cuando un nuevo pueblo apareció por el sur presentando de nuevo una ventaja tecnológica (acero, caballos, etc), los viejos fantasmas reaparecieron. Es decir, los mexicas verían en los castellanos un reflejo de los tarascos. Y, por lo tanto, la reacción mexica ante los europeos podría haber estado condicionada por su experiencia previa con el imperio tarascos, ya fuese miedo o precaución. Esto podría explicar la “inacción” inicial de Moctezuma ante los castellanos, quien primero no querría un enfrentamiento con otro pueblo (ya tenían suficiente), y segundo, podría tener aun en mente la calamitosa derrota que su padre sufrió contra los tarascos. Así mismo, es posible que Moctezuma II no contemplase la posibilidad de que los nuevos invasores llegaran a alcanzar su amada ciudad. Es posible que confiase en que los belicosos pueblos entre Tenochtitlán y la costa del Golfo de México, como los tlaxcaltecas, diesen buena cuenta de los hombres barbubos. 

En suma, en el trabajo de Sanzchez Albarrán (2016) se parte de la hipótesis de que los mexicas ya tenían conocimiento previo de los europeos, lo que desbarata la clásica idea del choque entre dos culturas totalmente desconocidas y la consideración por los mexicas de que los europeos eran dioses. En su lugar, este trabajo propone una moral colectiva mexica dañada por la derrota contra los tarascos, probablemente debido a diferencias tecnológicas, que podría haber condicionado la forma inicial de actuar mexica a la llegada de la hueste de Cortés.

Bibliografía y lecturas recomendadas:

AGUILAR-MORENO, M (2007). Handbook to Life in the Aztec World. Edition: 2, illustrated. Oxford University Press US.

BUENO BRAVO, I (2015). Los aliados de Cortés en la Conquista de México. Revista de Historia Militar, 118 (2015), pp13-42.

DÍAZ DEL CASTILLO, BERNAL (2011). Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Colección Aventureros, Plaza Editorial. 

GARCÍA ICAZBALCETA, JOAQUÍN (2010). Itinerario de la armada del rey católico a la isla de Yucatán, en la India, el año 1518, en la que fue por Comandante y Capitán General Juan de Grijalva. Texto escrito originalmente por Juan Díaz, capellán de la expedición de Juan de Grijalva (1518). Biblioteca virtual universal, 2010. Disponible online

HASSIG, R (1995). Aztec Warfare: Imperial Expansion and Political Control. Edition illustrated. University of Oklahoma Press.

HEATH, I. (1999). Armies of the Sixteenth Century: Armies of the Aztecs, the Incas, other native peoples of the Americas and Spanish America, 1450-1608. In: Capítulo 2, Mesoamerica c. 1450-1600. Foundry Books. pp 52-55.

MARTÍN GÓMEZ, P (2001). Hombres y armas en la conquista de México (1518-1521). Almena.

SÁNCHEZ ALBARRÁN, ALEJANDRO (2016). La Conquista de México desde el punto de vista azteca. Trabajo fin de grado. Universidad de Cádiz.

THOMAS, H (2007). La conquista de México. Editorial Planeta.

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